13 PRISIONERO
Por Karlos Dearma.
Un ardor
cálido y húmedo baja por mi brazo. Estoy herido, nada malo. La noche aun nos
cubre con sus sombras. En unas horas será de día. Hemos dado un golpe de mano y
pusimos en fuga a un grupo de egipcios.
Tomamos
algunos prisioneros, varios de ellos heridos. Me acerco a interrogarlos, a la
luz de las antorchas veo sus caras sucias, esquivas y ansiosas, pero nadie
responde a mis preguntas. Vuelvo a preguntar quién es su jefe, recibo silencio.
Mis hombres mueven entonces a un hombre inconsciente. Los otros prisioneros se
dan vuelta a observar. Tengo algo. Le arrojo un poco de agua en la cara y
levemente comienza a moverse. Aun somnoliento intenta observarme. Gira su
cabeza para ver a sus compañeros y me dirige una mirada desafiante. Pregunto:
-¿Eres su
comandante?
-Sí.
-¿Entonces
eres SETI de Abydos? –Me mira. Contesta afirmativamente con la cabeza, intenta
incorporarse, logra sentarse con el ceño fruncido tomándose la cabeza.
Continuo:
-Mi nombre
es DUMUZI de Mari, jefe de este grupo. Es un honor conocer al gran guerrero de
Egipto.
Trata de
concentrarse en lo que le digo y responde:
-Perdón, No
puedo decir lo mismo de ti.
Vuelve a
tomarse la cabeza ceñudo.
-Eres mi
prisionero y espero que no intentes escapar. No quiero tener que matarte, ni a
ti ni a ninguno de los tuyos.
-¿Eso
significa que respetaras nuestras vidas?
- Sí, Me
eres más útil con vida. Te llevare con SALMANASAR.
ZIMRI-LIN
interrumpe mi conversación con SETI. Me trae informes sobre el combate. Menos
bajas propias de las esperadas. Al parecer la vanguardia egipcia se ha retirado
hacia las montañas. Ordeno detener la persecución, no puedo arriesgar un choque
con el resto del ejército enemigo. Partiremos hacia Canaán ni bien amanezca.
Hemos ganado tiempo para SALMANASAR y no voy a jugarme a más de mis hombres.
Las luces
del día comienzan a asomar por el oriente. Veo con algo más de claridad los
resultados de la batalla. Cadáveres abandonados por aquí y por allá, algunas
hienas mastican los cuerpos. Carnicería inútil. Me pregunto cuanto de esto le
importara a SALMANASAR o a
TUTMOSIS.
Mis reflexiones se ven interrumpidas
por el graznido desagradable de ZIGGUR que, de manera inexplicable para mí, se
ha liberado de sus ataduras y llega con sus reclamos y un grupo de sus
elamitas.
-Muy bien
DUMUZI te has salido con la tuya maldito pero es la última vez.
-Ah ZIGGUR.
Estas de vuelta. ¿Qué tal la siesta? Debo de decirte algo muy serio: Te has
perdido la batalla.
-No eres
gracioso, te enterrare con tu lengua pero separada del cuerpo. ¿Quiénes son
estos? ¿Egipcios y nubios? ¿Por qué no están ya muertos?
-SALMANASAR
los querría con vida, especialmente a su jefe.
-¿SETI de
Abydos? ¿Está aquí? Él me hizo esta cicatriz en la cara.
-Bueno, debo
decir que tan mal no te queda. Te da un toque guerrero de distinción: Hace
juego con tus orejas de asno.
-Ja Ja Ja.
SETI, que
escuchaba nuestra conversación en silencio, estalla en una carcajada
imprudente, el bruto de ZIGGUR lo mira enfurecido.
-Voy a
matarte perro egipcio y luego arreglare cuentas contigo DUMUZI.
Empuñando su
espada avanza hacia el egipcio y la alza sobre su cabeza. Antes de que pueda
golpearlo doy un paso adelante y le lanzo mi hacha de guerra. El hacha hace un
dibujo en el aire, por un momento parece que vuela con alas propias, y le da precisamente en el puño cerrado.
El
golpe le hace soltar su espada con un gran aullido de dolor. Sangra en
abundancia. Mala suerte para él. Su guardia de elamitas me apunta con sus
arcos. Mis acadios les rodean mostrándoles sus lanzas. Ordeno que depongan
armas. Resignadamente lo hacen: saben que llevan las de perder. ZIGGUR
recuperándose del dolor me lanza una tanda de insultos y se aleja prometiendo
venganza.
Volvera a traerme problemas, pero ese no es el
principal.
Uno de mis
centinelas llega corriendo y me informa que más egipcios vuelven hacia
nosotros. ¿Tenemos encima a PEPI? No termina de hablar cuando cae derribado de
un flechazo. Una nube de flechas nos cae del cielo. Más hombres caen. Vuelven a
atacarnos, y decido ordenar la retirada. Los cuernos suenan y mi tropa obedece.
ZIMRI-LIN, escondido tras su escudo, me pregunta por los prisioneros. Giro
hacia ellos y no los veo. En la confusión han salido corriendo hacia donde
llega el ataque. ¡Maldita distracción! Pierdo algo más valioso que el oro de
Egipto, a SETI de Abydos.
La primera
luz del amanecer me regala una visión: Sobre una duna lo veo. Se da la vuelta,
me ve. Alza su mano saludándome y me grita:
-¡Gracias!
Se aleja
corriendo tras sus hombres.
continuara ...
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