134 UN ENCUENTRO CON SESOSTRIS (HATTUSILLI)
Por Karlos Dearma.
-Créeme
HATTUSILLI, las mujeres van diez años por delante nuestro. Son más avezadas y
avanzadas que los hombres. Por eso buscare una mujer joven para casarme y tal
vez así estemos equilibrados los dos.
¿Qué te parece mi idea?
ARNUWANDA es
un buen tipo, aunque no sé de dónde saca sus ideas extrañas acerca de las
mujeres. O soy un tipo anticuado, que debe actualizarse en sus ideas, o debería
retirarme de estos asuntos.
Estuve casado una vez, hace mucho ya. Mi esposa era
la mujer más bella de Hatti y la amaba con locura. En aquella época era un
joven arrogante, arrojado y bocón, posiblemente el más listo de Hattusas; pero
ella era más inteligente, siempre lo fue. Me dio varios hijos y murió demasiado
pronto. Lo suficiente para no ser testigo del desastre que sobrevino después
por sobre nosotros. La pena más grande del mundo casi me abatió. Pero
sobreviví.
Seguí con
los consejos que me dio antes de partir; Intente cambiar las cosas y los míos
me traicionaron. Ahora voy en camino de arreglar algunas de aquellas cosas,
lamento no haberle hecho caso antes. Quizás ARNUWANDA tiene razón. Hasta
debimos dejar el poder en las mujeres. Nada malo hubiera sucedido: Posiblemente
no tendríamos las guerras que tenemos, a lo sumo discusiones entre mujeres. Mi
compañero me saca de mis extraños pensamientos.
-¿Que sucede
príncipe? ¿Por qué te sonríes? ¿Te causan gracia mis ideas?
-Nada de eso
amigo, creo que tienes razón. Estaba pensando acerca de ello y... ¡¿Qué
diablos?!
-¡Nos
atacan!
Una nube de
piedras desciende sobre nosotros, intento ponerme a cubierto pero golpean a
nuestros caballos y caigo. Puedo distinguir a nuestros agresores: Un grupo de
vagabundos mal vestidos y peor armados. Alcanzo a gritarle a mi amigo:
-¡Cúbrete,
ARNUWANDA!
Pero el caballo también lo arroja al suelo.
Pronto estamos rodeados por una masa de campesinos harapientos armados con
palos, azadas y lanzas. Unos pocos tienen espadas y hachas. Nos rendimos,
inútil resistirse. Trato de llevarles calma.
-¡Alto!
Deteneos. No somos el enemigo. Venimos en paz.
Dejamos en
el piso nuestras espadas, que nunca tuvimos tiempo de desenvainar en realidad.
Nos levantamos lentamente con las manos a la vista, ARNUWANDA me ayuda. No
tengo la misma agilidad de antaño. ¡Dioses! Soy vencido por un grupo de
combatientes bisoños; debo de estar envejeciendo.
Los labradores nos observan
con desconfianza, creo que hemos dado con los rebeldes. Un tipejo bajo,
desdentado, mugriento, y con cara de pocos amigos nos interroga.
-¿Quiénes
sois y que hacéis aquí? ¿Acaso sois hombres de EA-TESHUB? ¡Hablad o los
cortamos en pedazos!
-Mi nombre
es HATTUSILLI y mi compañero se llama ARNUWANDA. No somos mercenarios. Busco a
un hombre. Es egipcio y tengo entendido que esta entre ustedes.
-Mientes.
Nadie así está entre nosotros.
-Debe estar
hablando de ANUBIS.
-¿ANUBIS?
Con mi amigo
ARNUWANDA nos observamos: Ningún mortal se llama de esa manera.
-¡Calla,
REBEDEM! ¿Cómo puedes ser tan tonto? Nadie puede saber quién es.
-Es suficiente,
BARTO. No hay nada que temer con ellos. Es a mí a quien buscan.
Puedo
reconocer esa inconfundible voz. Busco a su dueño pero escondido entre la masa
no lo veo. Mientras le busco entre esos rostros de torvo mirar, ARNUWANDA me
señala a un hombre ancho y alto, de cabellos y barba cana que me observa
sonriente. Sonrío. Le reconozco inmediatamente. Mi compañero me interroga:
-Dime
HATTUSILLI, ¿Quién es?
-Es
SESOSTRIS.
continuará ...
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